Publicado por: Coceta
Extremadura / Numero_12 | Lun 01 - Dic - 2008

Salvar la dehesa extremeña

En 1985, un grupo de desempleados de San Vicente de Alcántara, provincia de Badajoz, decidió crear una cooperativa para trabajar en todo lo relacionado con la preparación y transformación del corcho: la denominaron Sanvicenteña del Corcho, Sociedad Cooperativa Limitada. Con esta iniciativa, sus socios, además de salir de la situación de paro laboral, intentaban evitar el abandono de la dehesa extremeña.

Los socios de Sanvicenteña del Corcho llevan casi 25 años dedicándose al refinamiento del corcho, una de las riquezas naturales de la zona

Los socios de Sanvicenteña del Corcho llevan casi 25 años dedicándose al refinamiento del corcho, una de las riquezas naturales de la zona.

La mayoría de los componentes de la empresa eran del pueblo y conocían a fondo el trabajo en los alcornocales de la zona. Por eso decidieron unirse y emprender esta experiencia: “La idea partió del Ayuntamiento, que nos cedió los terrenos -comenta Tomás Rivero, presidente de la cooperativa-, pero inmediatamente se unió al proyecto la Junta de Extremadura, a través del Instituto de Promoción del Corcho (Iprocor), un organismo creado un año antes para promocionar y apoyar tecnológicamente al sector corchero de la región”.

La industria del corcho es sumamente laboriosa, pues implica todo un proceso manual bastante largo que abarca quitar las impurezas del corcho, cocerlo y separarlo según su grosor o calibre, lo que se hace “palpando la pana del corcho, como decimos nosotros”, explica Ramón Rebollo, socio de la cooperativa. “Con el corcho, ocurre como con el cerdo: no se tira nada, y los cortes que se quedan por el suelo se recogen y se muelen para hacer aglomerado, que sirve para otros usos”, agrega.

Dificultades añadidas

Estos expertos “corcheros” reconocen que no corren buenos tiempos para el sector. La culpa no es sólo de la crisis general: “También tiene mucho que ver la fuerte y desorbitada subida que ha sufrido la recogida del corcho en la finca”, reflexiona Rivero.

Una de las principales salidas para el corcho tratado ha sido tradicionalmente su uso como tapones de botella, pero en este ámbito tampoco están muy bien las cosas. Hoy existe una gran competencia entre el tapón de corcho y el de plástico. Además, se bebe menos vino.

Son múltiples las salidas que puede tener el humilde corcho. Se puede utilizar para hacer arandelas, insonorizar instalaciones e incluso para hacer ropa. Pero pese a servir casi para cualquier cosa, los miembros de Sanvicenteña del Corcho se muestran pesimistas: “Los precios de venta no paran de bajar y el corcho de años anteriores se acumula en fincas y empresas”. Actualmente, la cooperativa Sanvicenteña del Corcho está compuesta por tres socios y dos trabajadores. Son conscientes de que corren tiempos difíciles, pero mantienen vivas las ilusiones. Cuando Iprocor finalice las obras de instalación de una central de tratamiento térmico y evaluación del corcho en plancha, prevén aumentar el número de socios y enseñar el oficio a jóvenes de la comarca. Quieren evitar así el desarraigo de los pueblos de la zona y, sobre todo, el abandono de la dehesa.