Publicado por: Coceta
Entrevistas / Numero_23 | Lun 27 - Jun - 2011

“El movimiento cooperativista es una respuesta del tejido cívico, que cree en la democracia”

Luis García Montero (Granada, 1958) es poeta y catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada. Ha publicado más de 25 poemarios y varios libros de ensayo, y ha sido merecedor de varios premios, el último, el Premio Nacional de la Crítica en 2003. Además está muy involucrado en política y colabora en varios medios de comunicación opinando sobre temas de actualidad.

Luis garcía Montero

García Montero ha ganado varios premios de poesía y escribe frecuentemente sobre política.

PREGUNTA: El tiempo es corto. ¿Qué puede más, la poesía o la política?

RESPUESTA: Me parece que son carreras distintas. La poesía necesita la lentitud, una carrera de fondo. La política necesita dar respuestas inmediatas a los problemas, y es muchas veces una carrera de velocidad. Lo que está bien es que las dos actividades, muy necesarias, se vigilen la una a la otra.

Si resumimos la poesía como el mundo de los valores y la política como el mundo de las soluciones, está muy bien que haya un diálogo entre los valores y las soluciones, para que los valores puedan intervenir en la realidad y la realidad pueda organizarse sin perder el sentido humano.

P.: ¿Para qué sirve la poesía? A veces da la sensación de que está mal vista.

R.: La pregunta de para qué sirve la poesía es la clave de mi dedicación a la poesía. Durante mucho tiempo los poetas han cantado la inutilidad, que en el mundo moderno se reduce a lo fácilmente negociable, a lo más pragmático, al negocio fácil. Pues con cierta rebeldía los poetas han levantado la bandera de la inutilidad. A mí me interesa más dar la batalla por la palabra utilidad y no regalársela al enemigo. Yo creo que el poeta representa al ser humano que quiere hacerse dueño de sus propias opiniones. Los poetas nos podemos pasar una semana buscando una palabra precisa, y ese esfuerzo por matizar en el lenguaje representa opinar más allá de las frases hechas, de los dogmas, de los titulares. Matizar es muy importante. Los que se conforman con repetir lo primero que se les ocurre repiten lo que flota en el ambiente.

Y vivimos en un mundo con poderosísimos medios de crear corrientes de opinión, de homologación de las conciencias.

P.: ¿Ha tenido contacto con el mundo cooperativista? ¿Qué opinión le merece?

R.: He tenido relación indirecta. He trabajado y apoyado algunos colegios organizados en forma de cooperativa, y también he participado en algunas cooperativas de viviendas. Y mi opinión siempre ha sido muy positiva. El mundo del cooperativismo tiene que ver con la palabra “comunidad”. En uno de los últimos libros de Toni Jude, que se titula Algo va mal, él ve que en el mundo contemporáneo la ideología dominante es la del individualismo en competición, y frente a eso él reivindica la palabra “comunidad”. Yo como poeta pertenezco a una tradición que siempre ha visto el trabajo como el primer lugar de socialización.

P.: En esta crisis, ¿cuál es el papel que debe jugar el cooperativismo?

R.: Desde el punto de vista de mi trabajo cultural puedo decir que esta no es solamente una crisis económica sino una crisis política y cultural, sobre todo cultural. Dinero no falta. Lo que está pasando son unos procesos económicos que acumulan cada vez más el capital en pocas manos mientras se empobrece a la ciudadanía y se pierden derechos laborales. Eso no es sólo una cuestión de crisis económica, sino una determinada manera de entender la economía, que se sitúa dentro de una crisis mucho más amplia. Hemos generado una cultura que identifica el individualismo con el egoísmo. El sujeto como posesivo. El sálvese quien pueda. Por otra parte hemos ido creando una situación marcada por el miedo; a perder el trabajo, a no poder pagar la hipoteca, a que los derechos del otro se conviertan en una amenaza para nuestros derechos. Hemos perdido la meditación sobre la palabra libertad.

“Esta no es sólo una crisis económica, sino una crisis política y cultural, sobre todo cultural”

La libertad en la modernidad surgió con una dimensión social y comunitaria muy clara: la posibilidad de generar un contrato social que generase un marco colectivo y donde pudiéramos desarrollar nuestros derechos individuales. Frente a eso, quizá porque la deriva de un pensamiento social acabó en utopías totalitarias, se fue sacrificando el concepto de libertad.

Ahora estamos en un mundo que presenta la libertad como algo que no tiene nada que ver con la igualdad y que presenta la igualdad como una amenaza a la libertad. Y en ese sentido todos los espacios de trabajo que hablen de la comunidad, de las ilusiones colectivas, incluido el cooperativismo, me parecen espacios muy importantes para defender una democracia que tenga dimensión social y que crea en los amparos públicos.

P.: ¿Puede el cooperativismo enfrentarse a esa cultura tan arraigada?

R.: Tiene que enfrentarse. El trabajo colectivo y de cooperativas pertenece a una tradición de ilusión en los espacios conjuntos. Se encuentra en una cultura ahora ajena, pero por eso mismo debe ser un esfuerzo cultural importante.

Es difícil pero hay que hacerlo.

Frente al deterioro de los espacios públicos en la cultura actual y la opresión de los poderes económicos y la defensa de lo privado, una respuesta cívica es la organización de personas en cooperativa que estén intentando buscar espacios de libertad. El movimiento cooperativista es una respuesta del tejido cívico que sigue creyendo en los procedimientos democráticos y en las soluciones colectivas.

P.: Si la crisis principal es de los valores, ¿cómo se hace para cambiar los valores?

R.: Es muy complicado. Creo que la educación es fundamental, pero los que nos dedicamos a esto sabemos que la escuela, el instituto, la universidad, han dejado de ser los espacios de socialización de los individuos. Ahora los niños se socializan también en otros espacios, como por ejemplo la televisión. Muchas veces hay una contradicción absoluta entre la defensa de valores de la ciudadanía que se dan desde la educación pública y los mensajes que recibe constantemente la sociedad, principalmente en los medios de comunicación. En ese sentido, defender los espacios públicos de información es fundamental.

Además, creo que debemos replantearnos una relación combativa con la política para evitar la trampa de decir “los políticos nos han traicionado y por tanto vamos a acabar con la política”, sino para decir que debemos formar una alianza con los políticos porque sólo a través de medidas políticas se puede combatir este testado general cultural. Y por último, en la actualidad, con la presión de los mercados, y el cambio de una economía productiva a una economía especulativa, sería fundamental que nos tomásemos muy en serio el saber económico. Hay que estudiar economía para saber lo que nos dicen y qué es lo que quieren.