Publicado por: Coceta
Entrevistas / Numero_17 | Jue 10 - Dic - 2009

“Llegué a pensar que esta crisis serviría para producir cambios en la sociedad”

Josep Ramoneda es filósofo, periodista, escritor y director general del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). Escribe en varios medios de comunicación sobre política, actualidad y sociedad. En esta entrevista habla, en exclusiva para Empresaytrabajo, sobre las cooperativas, las relaciones laborales y la crisis.

Josep Ramoneda

PREGUNTA: Hemos registrado un aumento en la creación de cooperativas ¿Podrían ser una alternativa al modelo capitalista en crisis?

RESPUESTA: En algún momento llegué a pensar que esta crisis realmente serviría para producir cambios importantes en la sociedad y una cierta transformación en el sistema –no diré un cambio del sistema porque el capitalismo ha demostrado una capacidad de adaptación y de mutación excepcional por tanto creo que tiene muchos años por delante para ir mutando–, pero si llegué a creer que habría un cierto cambio y entraríamos en una fase de mutación significativa. Ahora empiezo a ser escéptico y desgraciadamente tengo la sensación de que esta crisis no ha servido para gran cosa y que saldremos de la crisis casi igual que como estábamos, en esta especie de tendencia a la irresponsabilidad de unas élites que no parece que tengan ningún horizonte más allá de la cuenta de resultados inmediatos… y en un riesgo de que en cuatro días vuelva a pasar lo que ya ocurrió como si nada. Es una lectura un poco pesimista.

P.: Pero al menos poco a poco están creciendo las cooperativas.

R.: Es cierto que hechos como los que tu comentas de un cierto crecimiento de la economía cooperativista, formaba parte de las señales que yo esperaba que harían parte de un cambio del sistema, pero ahora tengo muchas dudas sobre si estas dinámicas son lo suficientemente fuertes como para generar un cambio de verdad. Veo a los actores económicos tradicionales: bancos, multinacionales, etc. bastante decididos a no hacer nada.

P.: ¿No hay entonces perspectivas de un mundo mejor para el trabajador?

R.: Es difícil de decir. Las paradojas de la situación en la que vivimos son grandes: el poder económico se ha globalizado pero el poder político no. Y eso marca una brecha muy problemática porque no hay manera de controlar ni poner límites al poder económico. Globalizado, tiene un gran poder de ubicuidad. Puede estar en cualquier parte en cualquier momento y puede evitar cualquier forma de control social o político. Siento que es bastante cierto aquello que dice Zygmunt Bauman de la “economía líquida”. El gran poder económico ya no se siente de ninguna parte y no se siente comprometido con nadie en ningún sitio. Todo este problema está ahí. ¿Cómo se hace para que el poder político pueda hacer un salto que le permita actuar de igual a igual como un actor global con el poder económico? Es muy difícil, porque las resistencias de las culturas nacionales y locales son muy fuertes.

P.: ¿Ni siquiera desde lo local?

R.: Hay una cierta posibilidad de que, aunque parezca imposible, desde abajo se vayan sumando fuerzas hasta que se llegue a una situación en la que el cambio se haya ido impuesto discretamente. Yo querría creer en ello pero pienso que mientras la cultura del consumo sea tan potente en el sentido de tener a la gente entregada en esta especie de espiral de consumo-frustraciónconsumo- frustración, en la que compramos, no para satisfacer el deseo de comprar, sino porque una vez adquirido el producto no tenemos bastante y compramos otro… Mientras se imponga esta especie de desinterés colectivo dirigido; es decir, que se busque que la gente se apunte fácilmente, alejarla de los conceptos políticos, hacer funcionar los mecanismos del miedo, crear una sociedad en la que la gente esté totalmente distanciada de la cosa pública, en la que se vote cada cuatro años y adiós muy buenas… con todos estos elementos, me cuesta ver la proximidad de un salto real.

“Cada una de las piezas de la organización debe tener una capacidad de autonomía suficiente”

P.: ¿Que deberían hacer las personas que promueven relaciones laborales más justas?

R.: Insistir. No decaer es lo único que se puede hacer y tampoco no llegar al mismo resultado por caminos distintos, porque si lo único que hemos hecho es hacer que los trabajadores se conviertan en propietarios y así está todo resuelto, tampoco vamos bien. La clave de unas relaciones laborales distintas, bajo la forma que sea, es potenciar realmente la capacidad de autonomía de todas las personas que trabajan en la organización, lo cual no implica que el de arriba sacude sus responsabilidades para abajo. El que es responsable lo es pero cada una de las piezas de la organización debe tener una capacidad de autonomía suficiente como para que su función no sea estrictamente mecánica ni automática ni irreflexiva.

P.: La cooperativa propone una relación del trabajador con su trabajo que es diferente porque el individuo ya no es un simple asalariado sino un socio propietario y está implicado en las decisiones ¿Podría pensarse que tienen un rol activo y comprometido en su empresa y por lo tanto en el mundo en el que vive y que eso podría extenderse?

R.: Es un equilibrio complicado, lo cual es en el fondo uno de los grandes temas clásicos de la modernidad: es cierto que la modernidad tiene el gran valor de haber reconocido al hombre su autonomía y su capacidad de emanciparse y por tanto de haber convertido la emancipación individual –en el sentido de ser capaz de pensar y decidir por sí mismo– en el valor supremo. Pero también es cierto que hay un momento en que no es fácil encontrar el punto exacto entre un individuo autónomo que no se deja arrastrar por lo comunitario sin que eso signifique una pérdida de cualquier relación social y comunitaria.

P.: ¿Por qué en el mundo reina el individualismo y el trabajo autónomo?

R.: Yo no creo que deba ser incompatible una tradición cooperativista con el trabajo autónomo. Pienso que es una opción muy real el ser capaz de organizarse y montárselo uno mismo y eso no tienen porque necesariamente condenar al aislamiento porque, en principio, eso lo que debería permitir es trabajar en red y a distancia y eso implica tener contacto con otra gente.

P.: La tendencia inversa es que muchos autónomos deciden agruparse para ahorrar en medios de producción y porque no soportan la soledad y hay que organizar sesiones de networking para estar conectados. ¿No sería más fácil cooperando desde una sola empresa?

R.: Esto debe llegar por una dinámica natural. Yo sí creo que un principio fundamental es la autonomía del individuo y que sólo cuando se afirma esta autonomía se puede construir el resto. Ahora bien, si que debe haber formas de cooperación que, sin caer en los peligros del comunitarismo, mantengan un nivel de trama y cohesión y de relación social suficiente. Sino, acabamos con la famosa frase de Margaret Thatcher “la sociedad no existe, solo existen los individuos”.