Publicado por: Coceta
Numero_10 / Opinión | Mar 01 - Jul - 2008

La importancia de llamarse crisis

EDITORIAL

A más de un lector o lectora el título de este editorial les recordará el de una famosa obra literaria llamada La importancia de llamarse Ernesto, de Oscar Wilde.

No está de más hacer una pequeña comparativa, porque si en aquella obra se demostraba que, para poder lograr el éxito entre las mujeres de la victoriana sociedad inglesa de finales del siglo XIX, era necesario llamarse Ernesto, fuere el que fuere el nombre real del hombre en cuestión; en estos días estamos asistiendo a un ir y venir de conjeturas, de críticas al Gobierno, al evitar en todo momento citar el término “crisis”, y, ante esto, nos preguntamos: ¿Es necesario darle esta denominación, citarlo con este nombre? Más bien son las cifras de la inflación, las del aumento del paro, las del descenso en el consumo de productos básicos, la parálisis del mercado inmobiliario, éstas y otras son las que nos dan la realidad de la situación económica en la que nos hallamos.

Volviendo a la obra de teatro, por mucho que la joven protagonista estuviera enamorada del joven en cuestión, dicho amor llevaba visos de no prosperar si no se llamaba Ernesto; en este caso, por parte del Gobierno, desde la Presidencia a los diferentes gabinetes ministeriales, el no pronunciar el término “crisis” parece evitar que se esté en ella.

Es tanto el tiempo que se está llevando el resolver si se está o no en una crisis económica, que se están perdiendo esfuerzos en negociar medidas que posibiliten que la misma aminore; son tantos los oídos prestos a escuchar la ‘palabra mágica’, que no se es capaz de entender y comprender las soluciones que pueden estar lanzándose en las diferentes comparecencias de prensa del Gobierno, de impulsar diferentes posibilidades y alternativas, de valorar positivamente, por ejemplo, el relanzamiento de obras públicas… En todos estos casos se han escuchado voces discordantes y negativas, porque no se llama “crisis”.

Desde la Presidencia y los ministerios, el no pronunciar el término “crisis” parece evitar que se esté en ella

En la obra de teatro, al final, con el toque típico de Wilde, cuando los protagonistas parecen tener que separarse y renunciar a su amor por culpa del nombrecito de Ernesto, se produce un quiebro y, por diversos hechos del azar, finalmente el protagonista resulta llamarse Ernesto.

¿Acaso no estaremos también presenciando un final similar, en el que, después de semanas y semanas evitando, eludiendo, el término, haciendo esfuerzos por no citarlo, resultará que se llama “crisis”?

Y bien, aunque así sea, no estamos en una comedia; al fin y al cabo, es la realidad, una realidad que más bien comienza a ser un drama, por ello, olvidemos el nombre, veamos qué hacer, colaboremos entre todos: los agentes de la sociedad civil y los agentes sociales (patronal, sindicatos, economía social) con el Gobierno, en la puesta en marcha de medidas que coadyuven a que esta situación no se agrave.

Hace años, en la década de los setenta, concretamente el 25 de octubre de 1977, se firmaron los conocidos Pactos de La Moncloa, gran ejemplo de pacto social.

Habría que trabajar en esta línea, llamando a las partes que generan empleo, que crean riqueza, sin excepción.

La Mesa del Diálogo Social (con el cooperativismo de trabajo como parte integrante de la economía social) tiene que ser el marco de un nuevo pacto social. Si se hace así, si se quiere avanzar en una línea de consenso para crear riqueza social sin perder los niveles del Estado de bienestar alcanzados, que se llame desaceleración económica o crisis será lo menos importante.